Por la tarde, cuando más aprieta el sol tropical de Ghana, los hombres de Kwasi-bu, dejan su trabajo arreglando los destartalados coches japoneses, que los pocos y afortunados propietarios se afana en cuidar, y a la sombra de los chamizos de chapa, descansan o aprovechan para jugar la rigurosa partida del gigantesco juego de damas, dando al sensaciónn de que la vida, ya de por si lenta, se para, esperando que el calor de una pequeña tregua en el ambiene tan sofocante.
Estos recuerdos le surgían al viajero, mientras disfrutaba del ambienet sosegado del local, fresco y oscuro
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